¿Ves? Al final he acabado escribiéndote, como años atrás otros cientos también lo acabarían haciendo. Quizá no a ti, pero seguro que la intención fue la misma.
No sé si lo sabes, pero eres la única que ha conseguido, en años, hacerme recordar que llevo siempre conmigo un cilicio, por si acaso. Y la última vez hiciste que la herida sangrara. La última vez. Y también la primera, recuerda. Tres horas concentradas en un suspiro entre Platón y Nietzsche. Acuérdate. La utopía del solipsista. El poder decir por fin te encontré, aún sabiendo que no existes. Y si existes es porque yo existo, o porque no existes o existes y yo soy yo y tú (y contigo).
Y desde entonces, la evolución se hizo inevitable. Tras el primer y último chute juntos, llegó la catarsis. Catatónicos. Como la primera vez que pruebas una droga dura. Y te olvidé mil veces. Y te amé el triple. Y luego acabé odiándote y ahora ya no tengo ni idea de a qué juego. Y ni mucho menos de a qué estás jugando tú. De las cosas que recuerdo, más por caerme y destrozarme las rodillas (y apretar aún más mi cilicio) que por recordarlo con nitidez, es que te convertiste en mi droga. Tú, mitad heroína, mitad cocaína. Y mi teléfono móvil mi papel de plata con el que empecé a fumarte. Y a soñarte. Con mis dedos haciendo de Zippo (puesto a meter fuego, que sea con elegancia), recibiendo como única respuesta la metálica voz de mi conciencia que, para no decirme que me odias, me dice que el móvil al que llamo está apagado o fuera de cobertura en este momento. Y yo que estaba drogándome y mira. Y si hoy es viernes, vuelves a morir, igual que naces cada miércoles. Desapareces dos días después de tu aparición. O dos días después de que yo te inventara.
¿Te das cuenta? Ahora mismo no nos encontramos lo mejor que quisiéramos, ¿eh? Sobre todo ahora que hasta el cariño se compra y la droga está más cortada que nunca. Una relación basada en el ácido no es una relación completa, te lo dije. Al menos no en el momento en que me encuentro entre tu espada y su pared. Y lo peor es el vacío perfecto que nos separa. Y ya sabes, en el vacío ni se escucha, ni se siente ni se padece. ¿Te acuerdas de lo que te dije? No sé si tuve un encontronazo con las drogas y una relación con el amor, o una relación con las drogas y un encontronazo con el amor. Pues cada vez más sigo sin saberlo. Y aunque no quiera, cada vez te quiero más. Aunque no existas durante semanas. Aunque te vayas y vuelvas. Como un coma. Y ahora vas y te vuelves a ir. Y yo que cada vez que enciendo el teléfono me vuelvo más gilipollas.
Definitivamente, no sé, tendré que acabar comprándome una de esas gafas para el corazón que venden en las tiendas con cristales antibalas, por si acaso.
O eso, o volver a aumentar la dosis.
Solus Ipse
:D
Posted by: ridar en: 30 de Marzo 2006 a las 07:02 PM Escribe un comentario